Cafeina. Parte III
Mientras escuchaba a lo lejos aquellas manecillas incestuosas, comenzaba a recordar las largas descargas de tiempo-espacio que había depositado en tu nombre y en tu honor. Veía de manera repentina imágenes que permanecían incrustadas en nuestra película interna de color sepia. Color carne. Color turbio.
No había visto ni tu rígida admiración a mi viaje temporal, cuando ya me daba cuenta de que las cosas no pintaban bien en ese momento.
El reloj comenzó a moverse, justo cuando el movimiento brusco del hombre vestido de gris detrás tuyo, posicionó un cuchillo a la altura de tu cintura.
Gritos de entre el humo espeso.
[La dignidad por los suelos. La vida hecha mierda en un instante]
El hombre ahuyentando la poca inocencia que poseías hasta aquel momento. El rostro imponente de alguien que llegaba tan de repente, a quitarte los anhelos, a quitarme las pasiones. A borrarnos las memorias. A embriagarnos de temor.
Volteé hacia mis muslos bañados en droga casi negra que momentos antes había estilizado mis piernas que ahora temblaban. Reloj. Un minuto. Y continúan los trece segundos.
El café hervía cada vez mas. Tus cabellos chorreaban en llanto.
Mis extremidades no respondían.
De pronto un apagón conmocionaba la poca esperanza que se respiraba. Cerré mis ojos. El tiempo viajaba lento. Corrientes. Rápido. Gritos. Lento. Pavor. Coraje. Rápido. Desesperación. Impotencia. Lento. No corría la soltura.
Lento. Y todo se detiene nuevamente.
Abrí mis ojos. Y una paz imperaba. Donde estás? Donde a quedado mi deseo inexorable? Donde yace tu elocuencia? Quien ha de regresarme ahora a las once cincuenta y seis de esta noche tormentosa?
Nadie respondió.
Me levanté ahora sin contratiempo alguno. De entre mis dedos curiosos surgían gotas de color. Desde mi pies salpicaban pequeños roces que caían uno a uno en mi pantorrilla cansada. Lleve mis manos a mi rostro, a la mirada agotada. Cual fue mi sorpresa al verme cubierto de aquella sustancia brumosa. Prohibida. Sagrada.
Rápidamente traté de encontrar el reloj en la pared. Había desaparecido. Ya no era testigo de la dramática despedida que suscitabas azarosa.
[Porque el sentimiento de ansiedad me invade?]
Psicosis. Incertidumbre.
Pausadamente avanzo.
Mi corazón se detiene al verte tendida en el suelo.
La duela cubierta de sangre.
La desesperación esta a punto de llevarme a mi también. Corro hacia tu silueta ya deforme, con lágrimas brotando de cada célula aun con vida. Te toco. Te siento. Te miro y sonrío impúdico.
Mis brazos agotados te regresan suavemente a las tablas.
Me incorporo y te observo en silencio. Nunca pudiste dar mas allá.
Nunca supiste manejar ni tus propios demonios.
Conduje mi mano a mi frente llena de sudor.
Sonreía repetidamente.
Nervioso.
Camino inseguro hacia la puerta de salida, mientras mi mente decide voltear por ultima vez a observarte indefensa.
Y repito:
Nunca pudiste dar mas allá. Nunca lograste ver mas allá.
Mi escape me esperaba. La gente había desparecido para convertirse en voces intrínsecas. Los gritos nunca fueron escuchados. El llanto no era comunal. El tumulto nunca existió.
Seguí avanzando. Un segundo más y me detuve. Tomé entre mis manos orgullosas la taza simple con la cafeína ya helada. Di el sorbo. La sangre explotó en éxtasis por ultima ocasión.
...
Tu recámara ya no lucía igual.
El reloj había regresado jactancioso, dando las doce y cuarto de la medianoche.
Seguí hacia el umbral. Llegué al interruptor, llevé el cuchillo hacia mi bolsillo derecho y apagando las luces para siempre, me despedí de ti y de tu desesperante indecisión.
El café ya no sería el mismo después de esa noche.
Los gritos internos no serían ya parte de la rutina.
La droga huyó al mismo instante que tu pecho dejó de funcionar. A la par de tu destino y plan fallido. De la mano de mi interés ya fallecido.
Fue ahi entonces cuando, tras esos trayectos tormentosos, mentiras penetrantes, silencios oscilantes, y sueños expulsados... mi cuerpo finalmente...
finalmente, pudo respirar tranquilo.
Bot.Ognion
No había visto ni tu rígida admiración a mi viaje temporal, cuando ya me daba cuenta de que las cosas no pintaban bien en ese momento.
El reloj comenzó a moverse, justo cuando el movimiento brusco del hombre vestido de gris detrás tuyo, posicionó un cuchillo a la altura de tu cintura.
Gritos de entre el humo espeso.
[La dignidad por los suelos. La vida hecha mierda en un instante]
El hombre ahuyentando la poca inocencia que poseías hasta aquel momento. El rostro imponente de alguien que llegaba tan de repente, a quitarte los anhelos, a quitarme las pasiones. A borrarnos las memorias. A embriagarnos de temor.
Volteé hacia mis muslos bañados en droga casi negra que momentos antes había estilizado mis piernas que ahora temblaban. Reloj. Un minuto. Y continúan los trece segundos.
El café hervía cada vez mas. Tus cabellos chorreaban en llanto.
Mis extremidades no respondían.
De pronto un apagón conmocionaba la poca esperanza que se respiraba. Cerré mis ojos. El tiempo viajaba lento. Corrientes. Rápido. Gritos. Lento. Pavor. Coraje. Rápido. Desesperación. Impotencia. Lento. No corría la soltura.
Lento. Y todo se detiene nuevamente.
Abrí mis ojos. Y una paz imperaba. Donde estás? Donde a quedado mi deseo inexorable? Donde yace tu elocuencia? Quien ha de regresarme ahora a las once cincuenta y seis de esta noche tormentosa?
Nadie respondió.
Me levanté ahora sin contratiempo alguno. De entre mis dedos curiosos surgían gotas de color. Desde mi pies salpicaban pequeños roces que caían uno a uno en mi pantorrilla cansada. Lleve mis manos a mi rostro, a la mirada agotada. Cual fue mi sorpresa al verme cubierto de aquella sustancia brumosa. Prohibida. Sagrada.
Rápidamente traté de encontrar el reloj en la pared. Había desaparecido. Ya no era testigo de la dramática despedida que suscitabas azarosa.
[Porque el sentimiento de ansiedad me invade?]
Psicosis. Incertidumbre.
Pausadamente avanzo.
Mi corazón se detiene al verte tendida en el suelo.
La duela cubierta de sangre.
La desesperación esta a punto de llevarme a mi también. Corro hacia tu silueta ya deforme, con lágrimas brotando de cada célula aun con vida. Te toco. Te siento. Te miro y sonrío impúdico.
Mis brazos agotados te regresan suavemente a las tablas.
Me incorporo y te observo en silencio. Nunca pudiste dar mas allá.
Nunca supiste manejar ni tus propios demonios.
Conduje mi mano a mi frente llena de sudor.
Sonreía repetidamente.
Nervioso.
Camino inseguro hacia la puerta de salida, mientras mi mente decide voltear por ultima vez a observarte indefensa.
Y repito:
Nunca pudiste dar mas allá. Nunca lograste ver mas allá.
Mi escape me esperaba. La gente había desparecido para convertirse en voces intrínsecas. Los gritos nunca fueron escuchados. El llanto no era comunal. El tumulto nunca existió.
Seguí avanzando. Un segundo más y me detuve. Tomé entre mis manos orgullosas la taza simple con la cafeína ya helada. Di el sorbo. La sangre explotó en éxtasis por ultima ocasión.
...
Tu recámara ya no lucía igual.
El reloj había regresado jactancioso, dando las doce y cuarto de la medianoche.
Seguí hacia el umbral. Llegué al interruptor, llevé el cuchillo hacia mi bolsillo derecho y apagando las luces para siempre, me despedí de ti y de tu desesperante indecisión.
El café ya no sería el mismo después de esa noche.
Los gritos internos no serían ya parte de la rutina.
La droga huyó al mismo instante que tu pecho dejó de funcionar. A la par de tu destino y plan fallido. De la mano de mi interés ya fallecido.
Fue ahi entonces cuando, tras esos trayectos tormentosos, mentiras penetrantes, silencios oscilantes, y sueños expulsados... mi cuerpo finalmente...
finalmente, pudo respirar tranquilo.
Bot.Ognion
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