Víctima.
Atormentada por los ríos negros de una confundible trivialidad,
de un soberbio estado de catatonia constante, de un coraje incrustado en los
turbios canales de la historia de una vida. Víctima. Víctima de su propio
infierno, de sus propios caudales de horripilantes complejos. Víctima.
Cuestas arriba, cuestas en balde, viajes exprés a lugares
tan explícitamente escondidos. Bajezas que abaten al día esperanzador, al paseo
por verdes lares, ellos burlescos ríen. Estática y víctima.
Podría convencer a la vultuosa presunción? Podría entonces
amanecer con los labios rojos de sangre que ya no se estanca, que ya no hierve
por los males construidos, por las descuidadas emociones, rompe vientos de
prisión. Víctima.
Anda y toma lo debido. Anda y acaba, termina las barreras,
las que obstruyen las caricias del saber, los recuerdos del poder, las memorias
engreídas. Anda y besa la tierra que te vuelca, bésala con fervor de mar en fin
de mundo, abraza al cuerpo que paciente espera. Anda y acaba lo innecesario.
Anda, respira la brisa que mallugada consiente tu naturaleza de arena, de
víctima.
Tú que desarticulas con candidez, condena lo ineludible,
condena lo inexcusable.
Erige a la olvidada, víctima.
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