Balada para un solitario.

Triste parece la noche.

Tristes las ganas de parar a la mitad del sendero luminoso que remonta a los episodios de condenación y regocijo.

Triste la flagelación cotidiana, que ha de encausar las diversas formas de poesía barata.

Tristes las manos huesudas, con las yemas tenues de un trabajo de análisis exahustivo, y que para los más altos rangos de sobriedad, no es posible la trémula concepción. Todo marca. Todo dice.
Triste. Triste. Que triste.

Pero más triste las abnegadas consecuencias, que con todo y la razón, procrean lazos que no planean abortar.
Y sigue.

Que inútil.


BotOgnion.

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