Tú y yo sabemos.

No percibo claro lo que está llamando.
Se ha perdido como un todo, dentro de una masa ilustrada de diversión efímera y cansada.
No hay para dónde.
Ni con este dolor de cabeza, ni con esta represión en el pecho, soy capaz de comprender.
Me he perdido. Me he sentado a la orilla del risco y veo todo lo que hay en las más bajas llanuras.
No quiero ni pensar.
¿O quiero y no puedo?

Me parece que no he aprendido de la vida.
Las perspectivas se estructuran y de a poco se va absorbiendo el camino, aclarándose a medida que árboles y arbustos van desapareciendo, para dar paso a un valle escueto, con floras y faunas estancadas en la dimensión del olvido.

Me siento cansada y me es imposible voltear a un espejo.
Es el propio rechazo, es la angustia de ver la recaída tan viva.

Ahora vienes a mi mente. Como aquellas palabras que siempre tocaban el punto exacto de mis debilidades y obligaban a mi plenitud regresar a la vereda media, que ofrecía lo que solía perderme. Era tan sencillo saberte fuerte y sujetarme a la seguridad que me regalaban tus eternas frases y tus propios miedos.
Porque eran tus miedos... y lo míos también.
Pienso que nunca lo supiste.
Pienso que mi inexorable necesidad de encontrar un punto neutro y estable, ocurría bajo la máscara de un vínculo libre y extremo. Pero no podía tomarlo para toda la vida. Como tú, como ellos, como muchos.

Ojalá pudiera tener tus manos tocando mis flaquezas.
Ojalá pudiese escuchar con toda claridad lo que me quieres decir al momento que te percatas de mis propias caídas, de mis demonios más privados.

Me encantaría escuchar nuevamente lo que me dices al instante de saberme desesperada y resignada: no te hagas la víctima, tú y yo sabemos con seguridad que te gusta flagelarte. Anda, apóyate de lo que sabes tuyo y continúa. Y yo, como niña aprendiendo a caminar, te escuchaba y lo hacía. Te vivía. Te admiro ahora en lejanía y me percato terminantemente de que tú, ya no eres una realidad.

Esto es así.
Esto es con errores y delirios.
Esto es con reflexiones y tormentos.
Esto es olvidar, para después recordar.
Y así, en un punto impávido, poder seguir con mi naturaleza apasionada.

Me tropiezo, sí. Pero eventualmente el piso me parece más incómodo de lo usual.

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